El Mosaico de Casa Irles fue hallado en una de las grandes villas señoriales del entorno inmediato al yacimiento de L’Alcúdia, y desde 1956 pertenece al Museo Monográfico de L’Alcúdia. Realizado mediante teselas negras y blancas, crea una composición en la que se alternan animales míticos y reales, destacando la figura de una gran águila central y el rostro del dios Océano en su lateral derecho.
Nombre: El Mosaico bícromo de Casa Irles o Mosaico del Océano.
Procedencia: Villa señorial de Hacienda Irles/Casa de les Teules a unos 500 m de L’Alcúdia.
Material: Teselas de piedra, negras y blancas.
Cronología aproximada: Siglo III d.C.
Del mismo modo que en la actualidad hablamos del Camp d’Elx como parte fundamental de la ciudad de Elche, la antigua Colonia Iulia Ilici Augusta comprendía un espacio mucho más amplio que el que hoy se circunscribe al Parque arqueológico L’Alcúdia.
Con una doble fundación colonial en el siglo I a.C. (43-42 a.C. y 27-26 a.C.), adquiere el epíteto de Augusta en la segunda, la ciudad de Ilici inicia un período de esplendor en el que nos ha dejado en el registro material numerosas muestras de su importancia. Prueba de ello son las inscripciones, los elementos arquitectónicos, las cerámicas, las huellas, en definitiva, de su pasado como ciudad con una importante categoría jurídica y administrativa dentro del Imperio.
Así pues, la antigua Ilici, aquella elevación que Pedro Ibarra designaba como la loma, llegaba a extenderse mucho más allá, dibujando un paisaje de lujosas villas señoriales o uilae en los terrenos inmediatos a la urbe. Éstas proliferaron durante el siglo IV d.C., la mayoría eran casas señoriales donde el lujo y la singularidad se aprecian en sus restos, siendo ejemplos de este fenómeno la Villa de Algorós o la Hacienda Botella así como Casa Irles, el lugar de origen de la pieza que estamos tratando.
Los trabajos arqueológicos de Alejandro Ramos Folqués no sólo se limitaron al yacimiento de L’Alcúdia, sino que también desarrolló su labor más allá de los límites de la finca, siendo un ejemplo de ello la mencionada Casa Irles. Los restos encontrados incluían un gran mosaico bastante deteriorado por las labores agrícolas que iba a destruirse, pero la visión de sus espléndidas figuras hizo que se pensara en su salvaguarda.
Fue en el año 1956 cuando Alejandro Ramos se hizo cargo de la excavación y extracción del mismo, se dio el primer paso para su posterior traslado en trozos de placas de hormigón al museo. Que Alejandro Ramos salvara el mosaico de Casa Irles también nos está indicando que consideraba que los restos fuera de los límites del terreno de L’Alcúdia eran parte consustancial de la ciudad, de ahí que albergarlos en su propio museo resultó lo más natural. Durante años permanecieron las placas apoyadas en las paredes del pequeño y abigarrado museo como las piezas de un puzzle sin montar.
A principios de la década de los años 70 del siglo pasado un nuevo museo sustituyó al anterior, y el mosaico de Irles tuvo reservado un papel protagonista en la musealización. Así fue como volvieron a unirse sus fragmentos para descansar en una amplia estancia descubierta que quería parecer el atrio de una casa romana, cubriéndose con una estructura de cañizo que le daba sombra.
Así permaneció, en espera de una techumbre más adecuada para su protección, hasta ver pasar el nuevo siglo. En 2009 fue necesario desmembrarlo de nuevo para la remodelación del Museo Monográfico de L’Alcúdia, y volvió a dormir apoyado en las paredes de los almacenes.
A su regreso al museo, el mosaico de Casa Irles se restauró para volver a ser el protagonista de la sala de Roma, ahora con el nombre de Hispania. Y por fin se cubrió con un techo que lo protege de las inclemencias meteorológicas, y una claraboya central expande luz tamizada que, según la hora del día, ilumina a los distintos animales que lo componen.
En esta nueva disposición al mosaico le acompaña un elemento arquitectónico en forma de balcón ubicado sobre la parte incompleta del conjunto. Con una barandilla elevada y un acceso en rampa para personas con movilidad reducida, desde este balcón podemos observar la composición del mosaico:
Lo primero que nos llama la atención es que sus teselas son tan solo de dos colores, negro y blanco. Este estilo decorativo suele conocerse como bícromo, y se representan las figuras negras sobre el fondo en blanco, llegando a alcanzar cotas de maestría, como el caso que nos ocupa. Este estilo compuesto únicamente por los colores básicos fue muy utilizado en el Imperio Romano hasta el siglo III d.C., fecha sugerida por el profesor Lorenzo Abad y Ana Charquero para el mosaico de Casa Irles.
Apoyados en este balcón, la vista nos lleva a un punto central donde un águila asciende en su vuelo mientras sostiene con firmeza con sus garras un cabritillo indefenso. El ave con sus majestuosas alas desplegadas transmite al espectador una sensación de superioridad frente a la presa.
Desde este punto irradia una escena que envuelve el núcleo central del mosaico, en la cual aparecen representados animales terrestres. La escena presenta varios escenarios: un jabalí rampante que trota sobre un lecho vegetal, escenas de lucha como la de un toro que carga contra una leona a la carrera o la persecución de un perro enrabietado a lo que -a tenor de sus cuartos traseros- parece ser un ciervo.
La escena, incompleta al faltar parte del mosaico original, incluye además una pantera, de la cual vemos asomar su cabeza. Podríamos decir que, junto al jabalí, son las figuras mejor trabajadas.
Desde esta segunda escena, irradiando hacia el exterior, encontramos escenas marinas protagonizadas tanto por animales reales como míticos, alternados con aves ubicadas en las esquinas. Se conservan de forma visible tres representaciones de delfines nadando que se alternan con las figuras de tres caballos marinos o hipocampos, y un cuarto del que tan sólo queda la parte trasera. Las aves situadas en las esquinas se corresponden a un faisán, un gallo y una garza.
Sin embargo, lo que quizás pueda llamarnos más la atención sea la presencia en el centro de esta cenefa de un personaje barbado, tradicionalmente identificado como la divinidad masculina Okéanos “el dios Océano“ que da nombre al mosaico.
Una última cenefa más estrecha cierra el mosaico con representaciones más esquemáticas. Un entrelazado de motivos de volutas alternas que se entremezclan ocasionalmente con elementos florales y campanas, así como garzas o peces.
Según el mencionado estudio realizado por L. Abad y A. Charquero, el mosaico se encontraría originalmente ocupando la estancia de acceso a las termas de la villa –apodyterium– que llegarían a alcanzar los 200 metros cuadrados, según sus cálculos. También opinan que la iconografía del Mosaico de Casa Irles no sería trivial, pues la distribución en frisos articulados en torno al águila central quizás represente «una alegoría al mismo cosmos». Partiendo de los mares, pasando a través de las tierras se elevaría hacia los cielos, representando la rapaz al mismo Júpiter, cuya imagen equivalente es el águila para los romanos.
El visitante que acuda al Museo Monográfico de L’Alcúdia disfrutará de la naturaleza artística de esta pieza, valorando además la gran labor técnica que supone la creación de mosaicos de este tamaño tesela a tesela, casi tantas como gotas en el océano.
Autor| Alejandro Fuentes Alonso
Más información: L´Alcúdia d´Elx. Un paseo por la historia y el entorno.